«Preferiría no hacerlo» es la famosa fórmula que utiliza el protagonista de la novela de Herman Melville, un peculiar copista que trabaja en una oficina de Wall Street y que un día, de repente, deja de escribir. Semejante rebeldía pone al descubierto el hecho incontestable de tomar conciencia, y consecuentemente, detenerse para elegir.
Vivimos inmersos en cronogramas imposibles. Nuestro ritmo biológico se ve violentado a diario por sistemas de producción acelerados y masivos que nos exigen estar presentes todo el tiempo y atentos a todo el mundo. La hiperconectividad nos ha hecho perder la referencia del acontecer temporal, del tiempo que llevan los procesos naturales, los desarrollos vitales.
Las redes sociales ejercen su violencia contra los usuarios imponiendoles la inmediatez en la respuesta, la tiranía de la actualización constante de la información que se sube. En las redes sociales bastan unos pocos segundos para desactualizar cualquier información, lo que impone cierta esclavitud. En la naturaleza esto no es así; ella maneja otros tempos y que el ser humano se haya desvinculado de ese ritmo, lo haya acelerado y viva inmerso en un continuum ⟶